viernes, 20 de noviembre de 2015

EL TREN NO PARÓ III


Arriba

Sol "el Músico" abre la caja, saca su guitarra, coloca la silla, se sienta, comienza a puntuar y recita: 


"Las ramas de los árboles de la alameda, entrelazadas como brazos de amantes, contemplan la bruma que asciende por los muros de vidrio de los rascacielos. Al atardecer, son patas brillantes de muchas banquetas puestas al revés; sus reflejos intermitentes teclean la atmósfera. la densa ciudad vibra como dedos enjoyados de guitarrista imitando al fuego. Un sol anciano se apoya en el quebrado perfil de la ciudad y lanza su último aliento (rayos como cuerdas, dorados, granas, bermejos...) 
La ciudad, entregada, traquetea" 

Abajo

Sol, en el pasillo del vagón, declama:

"Chirriantes cadenas de húmedo tren sufren agotados golpes de vagón
Rectángulos, reflejos, claustros abandonados..., 
entrechocan en las superficies roñosas de las ventanillas condenadas.
Sobre túneles largos como alcantarillas, el tren, como un trepanación, arrastra el miedo de los intestinos"

Nadie mira a Sol
Sol tañe su guitarra y se pone a cantar con mucha fuerza:

"Paletadas de tierra 
que traquetean 
El tren traquetea 
arrastra 
desgracias 
como truenos
que el tren traquetea
quebrantado tren traquetea"

Arriba
Sol mira en la caja abierta de su guitarra
¡No hay NADA, ni un céntimo! -dice 
Arrastra su pierna mala, y se desvanece en la oscuridad
"El Músico" traquetea

Abajo
El tren frena de forma brusca, abre las puertas del vagón, y escupe a Sol
¡Ya nadie da NADA! -grita con voz áspera y ronca
La voz traquetea



jueves, 19 de noviembre de 2015

EL TREN NO PARÓ II

El autor, envuelto en sábana blanca, ungido y predestinado a componer crepúsculos para que sean descifrados, escondió a los protagonistas más allá, en lo más profundo, y encontró en un vagón la excusa de su destino  

Un sol caído, un primor para amantes, flotaba entre las brumas, proyectaba varios rayos cansados como lametazos de mula y languidecía ante el final del día.(Los amantes observaban la escena protegidos y abrazados de piernas, al calor de su vaho).
-Es el ocaso más bonito que he visto en mi vida- pensó Elle
-Es tan bonito que parece un amanecer- Dijo Joe.(Leyó su pensamiento)

Abajo, a varias decenas de metros de profundidad, en el húmedo túnel, traquetea fría y sola en la esquina del vagón, la imagen de una mujer vestida de blanco, el vibrante cristal sucio difumina su reflejo, sus largas manos trepan sobre remotas fisuras de su memoria, el óxido como un arrepentimiento chirría entre uñas mordidas; su mundo pesa como las gotas de plomo de una sugestión: su vida no es reversible
"Asiste lo vivido" -repetía insistentemente. 
De las comisuras de su boca seca, reptan hilos como telas de araña, que se entrelazaban, y envuelven como un sudario su cuerpo frío. La mujer tose y escupe polvo, que flota en el aire denso, como un mal agüero, y se sedimenta sobre sus miembros rígidos. (miembros atenazados por los bordes del dolor). El tren frena bruscamente y para. La inercia, como la de un mal pensamiento, hace caer el cuerpo muerto de la mujer, ya amortajado, al pasillo del vagón.

El último rayo de sol se desvaneció como una sonrisa, como un guiño. ¡Mira Elle, ya es de noche!-. Joe señala al horizonte

Momentos después -infinitamente cortos para los amantes-, una polilla, atraída por el resplandor, choca insistentemente contra la bombilla, y cae sobre la cama. 

miércoles, 18 de noviembre de 2015

EL TREN NO PARÓ



Arriba, el otoño desplegó su mejor crepúsculo; en la boca del túnel de la estación, a varios metros de profundidad, el protagonista no lo vio. 
Poco después, el traqueteo enfrentaba hombros y miradas, el movimiento solapaba caras cansadas, graffitis y carteles publicitarios.
El tren bramó multitudes a trompicones, como esputos de sangre y bilis, y las vomitó

-Sí, pero antes tuvo que parar -dijo el interlocutor.

-¡Claro!, el tren frenó en seco y paró como muerte súbita, graznó, y emitió un chirrido de agujas: las puertas se abrieron y una amalgama de olores a rancio, a sudor y a óxido, inundó la aséptica habitación del hospital. El silencio se deslizó por las patas de la camilla y se extendió en un suelo blando, que se derretía aplastado como bala contra muro de hormigón. La mano trémula, la mano que portaba el arma, vaciló como hoja de otoño, y cayó para siempre. 







martes, 17 de noviembre de 2015

NOTA EDITORIAL

"La grandeza nace pequeña" El Mago Merlín en el rey Arturo y sus caballeros, John Steinbeck.



El hombre es un quiebro, un regate.
Su ilusión:
No ser NADA