jueves, 19 de noviembre de 2015

EL TREN NO PARÓ II

El autor, envuelto en sábana blanca, ungido y predestinado a componer crepúsculos para que sean descifrados, escondió a los protagonistas más allá, en lo más profundo, y encontró en un vagón la excusa de su destino  

Un sol caído, un primor para amantes, flotaba entre las brumas, proyectaba varios rayos cansados como lametazos de mula y languidecía ante el final del día.(Los amantes observaban la escena protegidos y abrazados de piernas, al calor de su vaho).
-Es el ocaso más bonito que he visto en mi vida- pensó Elle
-Es tan bonito que parece un amanecer- Dijo Joe.(Leyó su pensamiento)

Abajo, a varias decenas de metros de profundidad, en el húmedo túnel, traquetea fría y sola en la esquina del vagón, la imagen de una mujer vestida de blanco, el vibrante cristal sucio difumina su reflejo, sus largas manos trepan sobre remotas fisuras de su memoria, el óxido como un arrepentimiento chirría entre uñas mordidas; su mundo pesa como las gotas de plomo de una sugestión: su vida no es reversible
"Asiste lo vivido" -repetía insistentemente. 
De las comisuras de su boca seca, reptan hilos como telas de araña, que se entrelazaban, y envuelven como un sudario su cuerpo frío. La mujer tose y escupe polvo, que flota en el aire denso, como un mal agüero, y se sedimenta sobre sus miembros rígidos. (miembros atenazados por los bordes del dolor). El tren frena bruscamente y para. La inercia, como la de un mal pensamiento, hace caer el cuerpo muerto de la mujer, ya amortajado, al pasillo del vagón.

El último rayo de sol se desvaneció como una sonrisa, como un guiño. ¡Mira Elle, ya es de noche!-. Joe señala al horizonte

Momentos después -infinitamente cortos para los amantes-, una polilla, atraída por el resplandor, choca insistentemente contra la bombilla, y cae sobre la cama.